de Nacho Coller via http://www.nachocoller.com
Si iniciáramos un debate con las personas que tenemos alrededor, sea en el puesto de trabajo, en la cola del mercado o en la barra de cualquier bar sobre la empatía y la cantidad que tenemos cada uno de ella, nos podríamos encontrar con respuestas del siguiente tipo: “Yo tengo 8 horas de empatía, yo 2 kilos y 300 gramos, y yo dos copas y un quintito”, es decir, todos tenemos, y mucha. Si a continuación les pidiéramos que nos la definieran, seguramente habría consenso sobre la respuesta (no olvidemos que España es un país que está de los primeros en conocimientos culturales; y para muestra, una reciente encuesta oficial sobre percepción de la ciencia en España, en la que un 25% de españoles piensa que el sol gira alrededor de la Tierra. Sin duda alguna, este país necesita un giro copernicano), y sería más o menos esta: ponernos en el lugar del otro. Más que aceptable la definición, yo hubiera dicho lo mismo al que me hiciera la encuesta: “Lo siento, tengo prisa”.
Si eres de los que piensan que los seres humanos convivieron con los dinosaurios (un 30% de encuestados lo creen), niegas que el hombre venga de especies animales anteriores, y de empatía vas más que sobrado, tal vez Patricio, el leal amigo de Bob Esponja, tenga aquí a su alter ego.
Este post está dividido en tres partes: la primera os da una aproximación a los tres tipos de empatía; la segunda trata sobre los tipos de personalidad que carecen de ella; y la tercera os proporciona unos sencillos trucos para mejorarla.
Tres, eran tres, los tipos de empatía.
EMPATÍA EMOCIONAL. La parte femenina.
Es la modalidad más extendida de empatía, y sería la capacidad de sentir algo parecido a lo que siente el otro (el resto de mamíferos también la posee, solo hay que fijarse en la atención que prestan a las señales de ansiedad de sus crías). A nivel cerebral, la amígdala, el hipotálamo, el hipocampo y la corteza orbitofrontal, son los circuitos responsables de este tipo de empatía. Recuerda que el hipocampo que es una de las estructuras cerebrales más importante en la formación de la memoria, tiene un tamaño mayor en la mujer. ¿Recuerdas aquella discusión en la que te expuso con pelos y detalles tus errores y lo mal que se sintió? ¿Recuerdas la cara de póquer con que te miraba él, así como diciendo, qué me estás contando? Antes de cumplir el primer año de vida, las niñas captan la tristeza y la angustia mejor que los niños, y en los primeros tres meses de vida, su capacidad de contacto visual y observación de rostros crece un 400%. La empatía emocional estaría emplazada en nuestro cerebro más primitivo, con un origen que se remonta a millones de años atrás en la historia de la evolución. Vamos, esa época maravillosa en la que los hombres cabalgaban por las llanuras sobre los brontosaurios.
EMPATÍA COGNITIVA. La parte masculina.
Es la capacidad de conocer lo que el otro piensa o siente, aunque en este caso el ingrediente emocional no aparece. Este tipo de empatía nos permite entender las preguntas y preocupaciones del otro, su estado mental y su visión del mundo, nos ayuda a utilizar el lenguaje idóneo para hacernos entender, y hace que podamos manejar nuestras emociones al mismo tiempo que valoramos las del otro. Si a este tipo de empatía (que nos lleva a aprender de todo el mundo) se le suma el deseo de conocer y ampliar nuestros conocimientos, esta será una garantía de un buen aprendizaje. Desde el punto de vista neurológico, las operaciones mentales que aparecen aquí como la preocupación, la reflexión, el entendimiento, así como el manejo de nuestras emociones, pertenecen a las áreas superior y frontal del cerebro, y a diferencia de los circuitos asociados a la empatía emocional, estos tienen tan solo unos centenares de miles de años. ¿Había nacido Jordi Hurtado?
LA PREOCUPACIÓN EMPÁTICA. La combinación perfecta. De la cuestión “¿Qué me pasará si le ayudo?” a “¿Qué le sucederá al otro si no le ayudo?”
La preocupación empática es la actitud que nos lleva a socorrer a los demás. Es un cóctel de dos ingredientes básicos como la compasión (asociado a ser una buena persona) y la atención (hay que mirar un poco más allá del propio ombligo para percibir las señales de los otros). Aquí se combinan perfectamente los neurocircuitos de la empatía emocional que surgen desde las profundidades del cerebro (donde nace el apego y el afecto), y los neurocircuitos de la empatía cognitiva que nacen del neurocórtex y desde donde valoramos el bienestar del otro. Preocúpate pero no te pases,
Con equilibrio entre los dos circuitos la vida es más bella, pero vayamos a dos interesantes excepciones, dos. El dependiente y el narcisista, uno te estruja y el otro te ignora.
“Estrujando que es gerundio o padezco de una enfermedad que se llama Lapanosis”.
El dependiente es un tipo de persona que busca relaciones estrechas de alta intensidad para recibir cuidado y apoyo. Necesita a los demás para asumir responsabilidades en la mayoría de los ámbitos de la vida y tiene una muy baja autoestima y confianza, por lo que espera que los demás le den soluciones a los pequeños problemas vitales que el convierte en mayúsculos. Está tan metido en su inframundo, que la preocupación que manifiesta por el que tiene a su lado tiene tintes patológicos. Exagera, monopoliza, absorbe tu vida e intenta colarse en tus preocupaciones no de forma genuina, ni preguntándose en qué medida te afecta lo que te está pasando. Todo lo contrario. Su preocupación mayor es cuánto le pueden afectar a él tus problemas. Si detectas alguno de estos rasgos en tu personalidad, hoy puede ser un buen día para iniciar un proceso de cambio, y si te cuesta, hay excelentes psicólogos que pueden ayudarte a mejorar. Recuerda que la vida no puede ser una continua resta, la vida es sumar.
“El que tiene el ego demasiado subido, tiene pequeños los oídos”.
Un sujeto que puede resultar peligroso para tu estabilidad psicológica y emocional es el narcisista. Este tipo de sujetos utilizan la empatía cognitiva para manipular a los demás y carecen de la más mínima capacidad de empatía emocional y de preocupación empática. Características como la envidia, el oportunismo, la inseguridad, la mediocridad, la necesidad de controlar a los demás y la manipulación, forman parte de su ADN. Dependiendo de la situación en que se encuentre sus comportamientos pueden oscilar desde la hostilidad y el dominio hacia los demás, hasta la seducción y la simpatía, mostrándose como un buen amigo o un buen compañero siempre y cuando sus intereses lo necesiten. ¿Lo definimos?
Estos sujetos y predicados pueden resultar muy dañinos si caes en sus redes, ya seas su pareja o te toque trabajar con él. Organizaciones o empresas de la administración pública, en especial la universidad, los centros de enseñanza (incluidos los centros de educación infantil o guarderías), los hospitales, los medios de comunicación, el ejército, los partidos políticosy las ONG, son los lugares preferidos para poner en práctica sus actos destructivos de manera impune, provocando mobbing o acoso laboral, pero esto es harina de otro costal y da para un próximo post ¿Has pensado en alguien ? Yo también, y lo tienes bien descrito en el post “La Tóxica”.
Pero yo no soy un sociópata ni un narcisista, o como le quieras llamar. ¿Qué puedo hacer para mejorar?
Trucos fáciles y variados.
Haz un esfuerzo para reconocer tus emociones y aprende a gestionarlas. Sin control emocional, no hay escucha posible.
Recuerda la máxima del gran filósofo griego Epicteto: “Tenemos dos oídos y una boca para escuchar el doble de lo que hablamos“, así que calla un poco y deja que el otro hable.
Dedica unos cuantos minutos a practicar la escucha activa. Elige un lugar tranquilo y durante diez minutos dedícate a hablar sobre los temas que quieras, sobre la vida, sobre tus preocupaciones o tus deseos. Da igual el tema, lo importante es poder expresarte. El otro, el que escucha, tiene que hacer un esfuerzo para mantenerte la mirada, asentir en algún momento, decir “Te entiendo”, parafrasear, no interrumpir, atender plenamente a tus palabras y evidentemente no juzgar. ¿Cuántas personas conoces a las que cuando les estás hablando ya están preparando sus respuestas? Una vez que el tiempo ha pasado, haced intercambio de papeles y dedicadle otros diez minutos a escuchar y a hablar. Este ejercicio es idóneo para fortalecer lazos en las relaciones de pareja y son solo 10 minutos, y puede tener un bonito final. ¿Te animas a escuchar?
Si eres de los que piensan que los seres humanos convivieron con los dinosaurios (un 30% de encuestados lo creen), niegas que el hombre venga de especies animales anteriores, y de empatía vas más que sobrado, tal vez Patricio, el leal amigo de Bob Esponja, tenga aquí a su alter ego.
Este post está dividido en tres partes: la primera os da una aproximación a los tres tipos de empatía; la segunda trata sobre los tipos de personalidad que carecen de ella; y la tercera os proporciona unos sencillos trucos para mejorarla.
Tres, eran tres, los tipos de empatía.
EMPATÍA EMOCIONAL. La parte femenina.
Es la modalidad más extendida de empatía, y sería la capacidad de sentir algo parecido a lo que siente el otro (el resto de mamíferos también la posee, solo hay que fijarse en la atención que prestan a las señales de ansiedad de sus crías). A nivel cerebral, la amígdala, el hipotálamo, el hipocampo y la corteza orbitofrontal, son los circuitos responsables de este tipo de empatía. Recuerda que el hipocampo que es una de las estructuras cerebrales más importante en la formación de la memoria, tiene un tamaño mayor en la mujer. ¿Recuerdas aquella discusión en la que te expuso con pelos y detalles tus errores y lo mal que se sintió? ¿Recuerdas la cara de póquer con que te miraba él, así como diciendo, qué me estás contando? Antes de cumplir el primer año de vida, las niñas captan la tristeza y la angustia mejor que los niños, y en los primeros tres meses de vida, su capacidad de contacto visual y observación de rostros crece un 400%. La empatía emocional estaría emplazada en nuestro cerebro más primitivo, con un origen que se remonta a millones de años atrás en la historia de la evolución. Vamos, esa época maravillosa en la que los hombres cabalgaban por las llanuras sobre los brontosaurios.
EMPATÍA COGNITIVA. La parte masculina.
Es la capacidad de conocer lo que el otro piensa o siente, aunque en este caso el ingrediente emocional no aparece. Este tipo de empatía nos permite entender las preguntas y preocupaciones del otro, su estado mental y su visión del mundo, nos ayuda a utilizar el lenguaje idóneo para hacernos entender, y hace que podamos manejar nuestras emociones al mismo tiempo que valoramos las del otro. Si a este tipo de empatía (que nos lleva a aprender de todo el mundo) se le suma el deseo de conocer y ampliar nuestros conocimientos, esta será una garantía de un buen aprendizaje. Desde el punto de vista neurológico, las operaciones mentales que aparecen aquí como la preocupación, la reflexión, el entendimiento, así como el manejo de nuestras emociones, pertenecen a las áreas superior y frontal del cerebro, y a diferencia de los circuitos asociados a la empatía emocional, estos tienen tan solo unos centenares de miles de años. ¿Había nacido Jordi Hurtado?
LA PREOCUPACIÓN EMPÁTICA. La combinación perfecta. De la cuestión “¿Qué me pasará si le ayudo?” a “¿Qué le sucederá al otro si no le ayudo?”
La preocupación empática es la actitud que nos lleva a socorrer a los demás. Es un cóctel de dos ingredientes básicos como la compasión (asociado a ser una buena persona) y la atención (hay que mirar un poco más allá del propio ombligo para percibir las señales de los otros). Aquí se combinan perfectamente los neurocircuitos de la empatía emocional que surgen desde las profundidades del cerebro (donde nace el apego y el afecto), y los neurocircuitos de la empatía cognitiva que nacen del neurocórtex y desde donde valoramos el bienestar del otro. Preocúpate pero no te pases,
Con equilibrio entre los dos circuitos la vida es más bella, pero vayamos a dos interesantes excepciones, dos. El dependiente y el narcisista, uno te estruja y el otro te ignora.
“Estrujando que es gerundio o padezco de una enfermedad que se llama Lapanosis”.
El dependiente es un tipo de persona que busca relaciones estrechas de alta intensidad para recibir cuidado y apoyo. Necesita a los demás para asumir responsabilidades en la mayoría de los ámbitos de la vida y tiene una muy baja autoestima y confianza, por lo que espera que los demás le den soluciones a los pequeños problemas vitales que el convierte en mayúsculos. Está tan metido en su inframundo, que la preocupación que manifiesta por el que tiene a su lado tiene tintes patológicos. Exagera, monopoliza, absorbe tu vida e intenta colarse en tus preocupaciones no de forma genuina, ni preguntándose en qué medida te afecta lo que te está pasando. Todo lo contrario. Su preocupación mayor es cuánto le pueden afectar a él tus problemas. Si detectas alguno de estos rasgos en tu personalidad, hoy puede ser un buen día para iniciar un proceso de cambio, y si te cuesta, hay excelentes psicólogos que pueden ayudarte a mejorar. Recuerda que la vida no puede ser una continua resta, la vida es sumar.
“El que tiene el ego demasiado subido, tiene pequeños los oídos”.
Un sujeto que puede resultar peligroso para tu estabilidad psicológica y emocional es el narcisista. Este tipo de sujetos utilizan la empatía cognitiva para manipular a los demás y carecen de la más mínima capacidad de empatía emocional y de preocupación empática. Características como la envidia, el oportunismo, la inseguridad, la mediocridad, la necesidad de controlar a los demás y la manipulación, forman parte de su ADN. Dependiendo de la situación en que se encuentre sus comportamientos pueden oscilar desde la hostilidad y el dominio hacia los demás, hasta la seducción y la simpatía, mostrándose como un buen amigo o un buen compañero siempre y cuando sus intereses lo necesiten. ¿Lo definimos?
- Cree que es especial y único, y que solo pueden comprenderle o solo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) especiales o de alto estatus.
- Tiene una necesidad excesiva de admiración.
- Explota las relaciones interpersonales (es decir, se aprovecha de los demás para sus propios fines).
- Carece de empatía: no está dispuesto a reconocer o a identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás.
- Con frecuencia envidia a los demás o cree que estos sienten envidia de él.
- Muestra comportamientos o actitudes arrogantes, de superioridad.
Estos sujetos y predicados pueden resultar muy dañinos si caes en sus redes, ya seas su pareja o te toque trabajar con él. Organizaciones o empresas de la administración pública, en especial la universidad, los centros de enseñanza (incluidos los centros de educación infantil o guarderías), los hospitales, los medios de comunicación, el ejército, los partidos políticosy las ONG, son los lugares preferidos para poner en práctica sus actos destructivos de manera impune, provocando mobbing o acoso laboral, pero esto es harina de otro costal y da para un próximo post ¿Has pensado en alguien ? Yo también, y lo tienes bien descrito en el post “La Tóxica”.
Pero yo no soy un sociópata ni un narcisista, o como le quieras llamar. ¿Qué puedo hacer para mejorar?
Trucos fáciles y variados.
Haz un esfuerzo para reconocer tus emociones y aprende a gestionarlas. Sin control emocional, no hay escucha posible.
Recuerda la máxima del gran filósofo griego Epicteto: “Tenemos dos oídos y una boca para escuchar el doble de lo que hablamos“, así que calla un poco y deja que el otro hable.
- Intenta adecuar el volumen y tono de voz al que tienes enfrente para entrar en mejor sintonía.
- No grites cuando hables, por favor. Las personas que chillan son vistas por los demás como egoístas e inestables.
- Controla tu lenguaje no verbal: mira a los ojos, no te distraigas. El otro es lo más importante, recuerda.
- No juzgues al otro cuando te esté contando algo.
- Una buena fórmula para que el otro se sienta escuchado es parafrasear, es decir, devuélvele lo que te ha dicho para que se escuche a sí mismo y se reconozca.
- Y recuerda no chillar y deja el puñetero móvil por un rato.
Dedica unos cuantos minutos a practicar la escucha activa. Elige un lugar tranquilo y durante diez minutos dedícate a hablar sobre los temas que quieras, sobre la vida, sobre tus preocupaciones o tus deseos. Da igual el tema, lo importante es poder expresarte. El otro, el que escucha, tiene que hacer un esfuerzo para mantenerte la mirada, asentir en algún momento, decir “Te entiendo”, parafrasear, no interrumpir, atender plenamente a tus palabras y evidentemente no juzgar. ¿Cuántas personas conoces a las que cuando les estás hablando ya están preparando sus respuestas? Una vez que el tiempo ha pasado, haced intercambio de papeles y dedicadle otros diez minutos a escuchar y a hablar. Este ejercicio es idóneo para fortalecer lazos en las relaciones de pareja y son solo 10 minutos, y puede tener un bonito final. ¿Te animas a escuchar?