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Después de algunos tropezones amorosos que sólo lograban apaciguar por momentos mi soledad, me inscribí a un taller sobre El amor y la pareja. Sigo sola, pero aprendí algunas cosillas que quisiera compartirles a ver si alguien que tenga a su media naranja puede sacarle provecho a lo que pagué.
Niña herida busca amor
¿Recuerdas cuando tu papá te gritaba cada vez que te equivocabas en la tarea? ¿O todas las veces que tu mamá te dio a entender que no eras lo suficientemente bonita?
Pues puede que, como yo, todavía sigas padeciendo los estragos de ese pasado: resulta que todos tenemos una herida primaria. Hechos que ocurrieron en nuestra infancia y que tratamos de compensar en nuestra vida adulta protegiéndonos de manera inconsciente. Entonces, por ejemplo, un niño que tuvo una madre lejana posiblemente a los 40 sigue haciéndole chantajes a su esposa para conseguir su atención.
“Escondido en nuestro inconsciente, hay un niño que ha perdido la confianza en sí mismo y en los demás”, me explicó mi maestra en el taller, la psicoterapeuta gestalt Rememary Lloret Sánchez. “Ese niño responde de muchas formas inconscientes desde su miedo, desde el hambre y desde la falta de amor”.
Según Reme, los cuatro grandes miedos del niño herido que todos llevamos dentro son:
Como de adultos no queremos sentir esos miedos, nuestro niño asustado patalea y manotea con los ojos cerrados con tal de no revivir ese dolor. ¿Está en tu interior? ¿Ya identificaste cuál es su miedo? Pues vamos a ver cómo lo compensas en tu relación de pareja.
Las cinco estrategias en el amor
En la mente de nuestro niño herido y caprichoso, tenemos expectativas inconscientes.
Según Rememary, cuando no se cumplen alguna de ellas, elegimos sentir el dolor por no conseguirla (lo cual a la larga es sanador porque se enfrenta el problema) o, como suele suceder, usar una estrategia inconsciente para huir del dolor.
Estas estrategias inconscientes dificultan la comunicación y deterioran las relaciones de pareja hasta romperlas. Todos usamos todas en diferentes proporciones, así que darse cuenta puede ser crucial. Ahí les van:
1. El martillo (exigencia y condena). “Nunca estás conmigo. ¿Para qué tienes una relación si no te interesa dedicarle tiempo? Siempre soy tu última prioridad”. Está hablando el niño exigente que dice “yo me lo merezco, lo quiero ahora, no me importan tus excusas”. En un pequeño esta actitud se percibe como un berrinche, pero en un adulto es agresiva. Usas el martillo para intimidar y dominar a tu pareja y así conseguir lo que quieres. La condena forma parte del martillo: exiges que la otra persona cambie. Esta actitud te ayuda a no responsabilizarte de tu papel en la relación porque todo es culpa del otro.
-¿Lo usas? Cuando hables con tu pareja, trata de escucharte. En lugar de expresarte en segunda persona (“Siempre llegas tarde”), habla en primera persona (“Cada que llegas tarde siento que no te importo”). Así no se sentirá juzgada y podrá escucharte en lugar de tener que defenderse de los golpes.
2. El gancho (manipulación). Desde pequeño aprendiste que si llorabas mamá te compraría el juguete ¿no? En apariencia eres tan dulce y comprensivo, pero muchas veces escondes segundas intenciones. De adulto manipulas a través del dinero, el amor, la indiferencia simulada, el sexo, la inteligencia, la culpa, el poder o simplemente haciendo cosas por los demás. “La manipulación es calculadora y deshonesta. Con el gancho usamos nuestra inteligencia para controlar a la otra persona a través del engaño”, explica la psicóloga, quien trabaja en el Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt en la Ciudad de México. El problema es que este mecanismo se vuelve inconsciente y luego lo repites sin darte cuenta. Pero los demás sí se dan cuenta y se alejan. Entonces te sientes más abandonado y asustado, y con más motivos para sacar otra vez el ganchito.
-¿Lo usas? Si la sinceridad y la honestidad no te sirvieron de pequeño, ¿por qué deberían servirte ahora? ¿Cierto? ¡Falso! El simple hecho de darte cuenta que la gente con la que te relacionas hoy no es la misma del pasado, puede ayudarte a bajar la guardia y ser más honesto contigo mismo. ¿En serio quieres hacer ese favor o lo haces para conseguir algo?
3. El cuchillo (venganza). “¿Qué tienes?” “Nada”. Cuando alguien nos hace daño, a veces reaccionamos de inmediato, pero otras nos sentimos tan heridos en nuestra autoestima que estamos demasiado humillados y conmocionados para responder. Cuando usas el cuchillo, el resentimiento persiste y esperas el momento para devolver la puñalada. “Pero a veces sin darnos cuenta nos estamos vengando de la gente por las heridas del pasado. Lo podemos hacer de forma directa, siendo sarcásticos o rebajando a la pareja, pero también haciendo algo que sabemos que la puede herir cuando lo descubra”, advierte la especialista.
-¿Lo usas? Si desde niño eres desconfiado es normal que pienses que abrirte te traerá como consecuencia una traición. Pero el resentimiento que te guardas solo te afecta a ti. Pregúntate si estás castigando a tu pareja por lo que te hizo o por lo que te han hecho en el pasado.
4. El plato de limosna. “Si te vas, me muero. No puedo vivir sin ti. Por favor, nunca te alejes”. Eres como un mendigo sentado en la banqueta. Suplicas amor y cuando lo recibes, piensas que se compadecieron de ti y lo agradeces como si fuera algo que no merecieras. “Te sientes tan desesperado que has renunciado a la dignidad y solo te importa conseguir el amor. La energía de la súplica es humillante y nos descalifica. El pánico nos impide hacer nada más que suplicar”, dice Reme.
-¿La usas? Si todo el tiempo estás anticipando el rechazo, eres un mendigo habitual. Pero ¡ojo! Esta sospecha provoca que todo se convierta en realidad, generando el rechazo que tanto temes.
5. La cueva (resignación). Ante tanta impotencia y desesperación, prefieres retirarte a tu interior: un lugar conocido y seguro, pero aislado. Tapas la entrada de la cueva con una roca y te sientes solo. “Siempre que me escondo en mi resignación, hay en mí un profundo enfado con la existencia y un deseo de que las cosas sean diferentes”, asegura Rememary. En lugar de mantenerte conectado con tu pareja y sentir y expresar tu dolor, te encierras. Según la experta, como la necesidad de amor es tan fuerte, a veces sales de la cueva y lo intentas de nuevo. Pero cuando te das cuenta de que no consigues nada, regresas a encerrarte.
-¿La usas? Esta renuncia puede llevar a una profunda depresión o a un profundo cinismo.
Al final
Lo que al final queda es hacer conscientes nuestros problemas, para poder así evitar estas reacciones defensivas. En la medida en que nos conozcamos mejor, podremos tener una relación más honesta con nuestra pareja.
via Univision.com publicado: dic 03, 2015 10:23 AM Por Lía Bonaparte
Niña herida busca amor
¿Recuerdas cuando tu papá te gritaba cada vez que te equivocabas en la tarea? ¿O todas las veces que tu mamá te dio a entender que no eras lo suficientemente bonita?
Pues puede que, como yo, todavía sigas padeciendo los estragos de ese pasado: resulta que todos tenemos una herida primaria. Hechos que ocurrieron en nuestra infancia y que tratamos de compensar en nuestra vida adulta protegiéndonos de manera inconsciente. Entonces, por ejemplo, un niño que tuvo una madre lejana posiblemente a los 40 sigue haciéndole chantajes a su esposa para conseguir su atención.
“Escondido en nuestro inconsciente, hay un niño que ha perdido la confianza en sí mismo y en los demás”, me explicó mi maestra en el taller, la psicoterapeuta gestalt Rememary Lloret Sánchez. “Ese niño responde de muchas formas inconscientes desde su miedo, desde el hambre y desde la falta de amor”.
Según Reme, los cuatro grandes miedos del niño herido que todos llevamos dentro son:
- El miedo al rechazo y al abandono.
- El miedo a la presión y a las expectativas.
- El miedo a ser mal interpretado o ignorado.
- El miedo al abuso físico, energético o a la violación.
Como de adultos no queremos sentir esos miedos, nuestro niño asustado patalea y manotea con los ojos cerrados con tal de no revivir ese dolor. ¿Está en tu interior? ¿Ya identificaste cuál es su miedo? Pues vamos a ver cómo lo compensas en tu relación de pareja.
Las cinco estrategias en el amor
En la mente de nuestro niño herido y caprichoso, tenemos expectativas inconscientes.
Según Rememary, cuando no se cumplen alguna de ellas, elegimos sentir el dolor por no conseguirla (lo cual a la larga es sanador porque se enfrenta el problema) o, como suele suceder, usar una estrategia inconsciente para huir del dolor.
Estas estrategias inconscientes dificultan la comunicación y deterioran las relaciones de pareja hasta romperlas. Todos usamos todas en diferentes proporciones, así que darse cuenta puede ser crucial. Ahí les van:
1. El martillo (exigencia y condena). “Nunca estás conmigo. ¿Para qué tienes una relación si no te interesa dedicarle tiempo? Siempre soy tu última prioridad”. Está hablando el niño exigente que dice “yo me lo merezco, lo quiero ahora, no me importan tus excusas”. En un pequeño esta actitud se percibe como un berrinche, pero en un adulto es agresiva. Usas el martillo para intimidar y dominar a tu pareja y así conseguir lo que quieres. La condena forma parte del martillo: exiges que la otra persona cambie. Esta actitud te ayuda a no responsabilizarte de tu papel en la relación porque todo es culpa del otro.
-¿Lo usas? Cuando hables con tu pareja, trata de escucharte. En lugar de expresarte en segunda persona (“Siempre llegas tarde”), habla en primera persona (“Cada que llegas tarde siento que no te importo”). Así no se sentirá juzgada y podrá escucharte en lugar de tener que defenderse de los golpes.
2. El gancho (manipulación). Desde pequeño aprendiste que si llorabas mamá te compraría el juguete ¿no? En apariencia eres tan dulce y comprensivo, pero muchas veces escondes segundas intenciones. De adulto manipulas a través del dinero, el amor, la indiferencia simulada, el sexo, la inteligencia, la culpa, el poder o simplemente haciendo cosas por los demás. “La manipulación es calculadora y deshonesta. Con el gancho usamos nuestra inteligencia para controlar a la otra persona a través del engaño”, explica la psicóloga, quien trabaja en el Instituto Humanista de Psicoterapia Gestalt en la Ciudad de México. El problema es que este mecanismo se vuelve inconsciente y luego lo repites sin darte cuenta. Pero los demás sí se dan cuenta y se alejan. Entonces te sientes más abandonado y asustado, y con más motivos para sacar otra vez el ganchito.
-¿Lo usas? Si la sinceridad y la honestidad no te sirvieron de pequeño, ¿por qué deberían servirte ahora? ¿Cierto? ¡Falso! El simple hecho de darte cuenta que la gente con la que te relacionas hoy no es la misma del pasado, puede ayudarte a bajar la guardia y ser más honesto contigo mismo. ¿En serio quieres hacer ese favor o lo haces para conseguir algo?
3. El cuchillo (venganza). “¿Qué tienes?” “Nada”. Cuando alguien nos hace daño, a veces reaccionamos de inmediato, pero otras nos sentimos tan heridos en nuestra autoestima que estamos demasiado humillados y conmocionados para responder. Cuando usas el cuchillo, el resentimiento persiste y esperas el momento para devolver la puñalada. “Pero a veces sin darnos cuenta nos estamos vengando de la gente por las heridas del pasado. Lo podemos hacer de forma directa, siendo sarcásticos o rebajando a la pareja, pero también haciendo algo que sabemos que la puede herir cuando lo descubra”, advierte la especialista.
-¿Lo usas? Si desde niño eres desconfiado es normal que pienses que abrirte te traerá como consecuencia una traición. Pero el resentimiento que te guardas solo te afecta a ti. Pregúntate si estás castigando a tu pareja por lo que te hizo o por lo que te han hecho en el pasado.
4. El plato de limosna. “Si te vas, me muero. No puedo vivir sin ti. Por favor, nunca te alejes”. Eres como un mendigo sentado en la banqueta. Suplicas amor y cuando lo recibes, piensas que se compadecieron de ti y lo agradeces como si fuera algo que no merecieras. “Te sientes tan desesperado que has renunciado a la dignidad y solo te importa conseguir el amor. La energía de la súplica es humillante y nos descalifica. El pánico nos impide hacer nada más que suplicar”, dice Reme.
-¿La usas? Si todo el tiempo estás anticipando el rechazo, eres un mendigo habitual. Pero ¡ojo! Esta sospecha provoca que todo se convierta en realidad, generando el rechazo que tanto temes.
5. La cueva (resignación). Ante tanta impotencia y desesperación, prefieres retirarte a tu interior: un lugar conocido y seguro, pero aislado. Tapas la entrada de la cueva con una roca y te sientes solo. “Siempre que me escondo en mi resignación, hay en mí un profundo enfado con la existencia y un deseo de que las cosas sean diferentes”, asegura Rememary. En lugar de mantenerte conectado con tu pareja y sentir y expresar tu dolor, te encierras. Según la experta, como la necesidad de amor es tan fuerte, a veces sales de la cueva y lo intentas de nuevo. Pero cuando te das cuenta de que no consigues nada, regresas a encerrarte.
-¿La usas? Esta renuncia puede llevar a una profunda depresión o a un profundo cinismo.
Al final
Lo que al final queda es hacer conscientes nuestros problemas, para poder así evitar estas reacciones defensivas. En la medida en que nos conozcamos mejor, podremos tener una relación más honesta con nuestra pareja.
via Univision.com publicado: dic 03, 2015 10:23 AM Por Lía Bonaparte
Próximos Encuentro sobre las relaciones de pareja y el desarrollo personal 2016:
- 31 de Enero 2016 "Conócete a ti mismo ... para encontrar el otro" Más Informaciones
- 4 de Febrero 2016 "La Comunicación y el Amor en la Pareja" Más informaciones