FELIZ DIA A TODAS LAS MADRES QUE SE AMAN A SÍ MISMAS Y OFRECEN A SUS HIJOS EL AMOR INCONDICIONAL, EL AMOR MÁS ANHELADO POR EL HOMBRE DURANTE TODA SU EXISTENCIA.
Dice Fromm en su maravilloso “Arte de Amar” que, el amor materno, por su propia naturaleza, es un amor incondicional. Las madres quieren a los recién nacidos por ser sus hijos y no porque el pequeño cubra ninguna necesidad específica ni llenes expectativas particulares. El autor aclara que se refiere al “amor del tipo ideal”, por lo que no significa que todas las madres amen de esta manera.
El amor incondicional es el anhelo más profundo no sólo de un infante sino de todos los seres humanos.
Cuando nos tenemos que “merecer” el amor, es decir, tenemos que hacer méritos para que nos amen, siempre genera dudas pues nunca estaré seguro de si complací a la persona de quien espero dicho amor y, asimismo, también existe el temor de que ese amor desaparezca.
“El amor ‘merecido’ siempre deja un amargo sentimiento de no ser amado por uno mismo, de que sólo nos ama cuando somos complacientes, de que (…) no se nos ama, sino que se nos usa” (Fromm).
Esa es la razón, afirma este autor, por la que nos aferramos al anhelo del amor de la madre tanto cuando somos niños como cuando nos hemos convertido en adultos. En la infancia, una gran mayoría de niños tiene la fortuna de recibir el amor de sus madres, pero al convertirnos en adultos, ese amor materno, amor incondicional, es mucho más difícil de obtener.
El mensaje de la madre que ama incondicionalmente es: “No hay ningún delito o crimen que pueda privarte de mi amor, de mi deseo de que vivas y seas feliz”. El amor de una madre, además de ser incondicional, es omniprotector y envolvente, no puede controlarse o adquirirse. Es un amor que genera una sensación de dicha y su ausencia un sentimiento de desesperación y abandono. Una mamá ama a sus hijos no porque sean buenos u obedientes, ni porque cumplan sus expectativas, mandatos o deseos, los ama simplemente porque son sus hijos y es un amor que se basa en la igualdad.
“Todos los hombres son iguales, porque son todos hijos de una madre, porque todos son hijos de la Madre Tierra” (Fromm).
Durante el patriarcado, la madre pierde su posición suprema y el padre se convierte en el Ser Supremo tanto en la sociedad como en la religión. Pero, como es imposible arrancar del corazón de los hombres el anhelo del amor materno, la figura de la madre amante no se ha podido expulsar totalmente. En la religión católica la Virgen simboliza a la Madre.
Sin embargo, el niño debe crecer, convertirse en un ser humano separado, y la esencia del amor materno es cuidar que el niño crezca y se separe de ella.
Por todo esto, el amor materno por un ser que crece y se desarrolla, ese amor que no desea nada para sí, es la forma de amar más difícil y más engañosa debido a la facilidad con la que las madres aman a sus pequeños. Por eso, dice Fromm, una madre sólo puede ser una madre verdaderamente amante si puede amar a todos los seres humanos. Si la mujer no puede amar en ese sentido, puede ser una madrea afectuosa mientras el hijo no ha crecido, pero no será una madre amante si no tiene la capacidad de amar a todos. La prueba de que este amor es real es la voluntad de aceptar la separación y, aún después de la separación, seguir amando a la persona.
Una mujer que, por sentirse “generosa”, sacrificada, “super mamá”, pasa por encima de sí misma y quiere amar sólo a sus hijos creyendo que a través de su generosidad enseñará a los niños el significado del amor y la forma de amar, no logrará sus expectativas. Los infantes no se sienten felices de ver a alguien que no se ama y que quiere demostrarles que sólo los aman a ellos. Por el contrario, viven temerosos de ser desaprobados y de no responder a las expectativas de la madre. Esto les genera tensión y angustia por la hostilidad de la madre contra la vida y aprenden su forma de vivir. El efecto que produce una madre generosa es similar al de la madre egoísta, pero puede ser aún más peligroso, pues no permite la crítica y coloca a los hijos bajo la obligación de no desilusionarla. Enseña bajo la máscara de la virtud, a no disfrutar y no gustar de la vida.
Por otro lado, sólo una madre que es capaz de brindarse amor a sí misma, puede lograr al niño a vivir la experiencia la felicidad, el amor y la alegría.
“Si te amas a ti mismo, amas a todos los demás como a ti mismo. Mientras ames a otra persona menos que a ti mismo, no lograrás realmente amarte, pero si amas a todos por igual, incluyéndote a ti, los amarás como una sola persona y esa persona es a la vez Dios y el hombre. Así, pues, es una persona grande y virtuosa la que amándose a sí misma, ama igualmente a todos los demás” Meister Eckhart
via 10 mayo, 2011 de Luis Fernando Martínez Gómez Amor materno incondicional, http://terapiagestaltsi.com/2011/05/10/amor-de-madre-amor-incondicional/
El amor incondicional es el anhelo más profundo no sólo de un infante sino de todos los seres humanos.
Cuando nos tenemos que “merecer” el amor, es decir, tenemos que hacer méritos para que nos amen, siempre genera dudas pues nunca estaré seguro de si complací a la persona de quien espero dicho amor y, asimismo, también existe el temor de que ese amor desaparezca.
“El amor ‘merecido’ siempre deja un amargo sentimiento de no ser amado por uno mismo, de que sólo nos ama cuando somos complacientes, de que (…) no se nos ama, sino que se nos usa” (Fromm).
Esa es la razón, afirma este autor, por la que nos aferramos al anhelo del amor de la madre tanto cuando somos niños como cuando nos hemos convertido en adultos. En la infancia, una gran mayoría de niños tiene la fortuna de recibir el amor de sus madres, pero al convertirnos en adultos, ese amor materno, amor incondicional, es mucho más difícil de obtener.
El mensaje de la madre que ama incondicionalmente es: “No hay ningún delito o crimen que pueda privarte de mi amor, de mi deseo de que vivas y seas feliz”. El amor de una madre, además de ser incondicional, es omniprotector y envolvente, no puede controlarse o adquirirse. Es un amor que genera una sensación de dicha y su ausencia un sentimiento de desesperación y abandono. Una mamá ama a sus hijos no porque sean buenos u obedientes, ni porque cumplan sus expectativas, mandatos o deseos, los ama simplemente porque son sus hijos y es un amor que se basa en la igualdad.
“Todos los hombres son iguales, porque son todos hijos de una madre, porque todos son hijos de la Madre Tierra” (Fromm).
Durante el patriarcado, la madre pierde su posición suprema y el padre se convierte en el Ser Supremo tanto en la sociedad como en la religión. Pero, como es imposible arrancar del corazón de los hombres el anhelo del amor materno, la figura de la madre amante no se ha podido expulsar totalmente. En la religión católica la Virgen simboliza a la Madre.
Sin embargo, el niño debe crecer, convertirse en un ser humano separado, y la esencia del amor materno es cuidar que el niño crezca y se separe de ella.
Por todo esto, el amor materno por un ser que crece y se desarrolla, ese amor que no desea nada para sí, es la forma de amar más difícil y más engañosa debido a la facilidad con la que las madres aman a sus pequeños. Por eso, dice Fromm, una madre sólo puede ser una madre verdaderamente amante si puede amar a todos los seres humanos. Si la mujer no puede amar en ese sentido, puede ser una madrea afectuosa mientras el hijo no ha crecido, pero no será una madre amante si no tiene la capacidad de amar a todos. La prueba de que este amor es real es la voluntad de aceptar la separación y, aún después de la separación, seguir amando a la persona.
Una mujer que, por sentirse “generosa”, sacrificada, “super mamá”, pasa por encima de sí misma y quiere amar sólo a sus hijos creyendo que a través de su generosidad enseñará a los niños el significado del amor y la forma de amar, no logrará sus expectativas. Los infantes no se sienten felices de ver a alguien que no se ama y que quiere demostrarles que sólo los aman a ellos. Por el contrario, viven temerosos de ser desaprobados y de no responder a las expectativas de la madre. Esto les genera tensión y angustia por la hostilidad de la madre contra la vida y aprenden su forma de vivir. El efecto que produce una madre generosa es similar al de la madre egoísta, pero puede ser aún más peligroso, pues no permite la crítica y coloca a los hijos bajo la obligación de no desilusionarla. Enseña bajo la máscara de la virtud, a no disfrutar y no gustar de la vida.
Por otro lado, sólo una madre que es capaz de brindarse amor a sí misma, puede lograr al niño a vivir la experiencia la felicidad, el amor y la alegría.
“Si te amas a ti mismo, amas a todos los demás como a ti mismo. Mientras ames a otra persona menos que a ti mismo, no lograrás realmente amarte, pero si amas a todos por igual, incluyéndote a ti, los amarás como una sola persona y esa persona es a la vez Dios y el hombre. Así, pues, es una persona grande y virtuosa la que amándose a sí misma, ama igualmente a todos los demás” Meister Eckhart
via 10 mayo, 2011 de Luis Fernando Martínez Gómez Amor materno incondicional, http://terapiagestaltsi.com/2011/05/10/amor-de-madre-amor-incondicional/